Carmelo Torres presentó en la 34 Feria del Libro de Fuerteventura la reedición de “El Marqués de Cortina, don Miguel de Unamuno y don Rodrigo Soriano a cien años de su destierro. Noticias y escritos a través de la prensa” (2024), una versión ampliada del mismo libro que vio la luz dos años antes, y que añade una serie de informaciones novedosas que el historiador majorero desgrana en su entrevista con Fuerteventura Digital.
En el centenario del destierro de Miguel de Unamuno en la isla majorera, reaparece esta publicación que pretende poner en valor el papel de la prensa en torno al célebre pensador y escritor vasco, referente de la Generación del 98, pero también sobre Rodrigo Soriano y José Gómez-Acebo y Cortina, ambos en ese momento diputados en Cortes.
“Lo que intenta el libro es acercarnos a estas tres figuras. Unamuno y Soriano, pero también uno de los grandes olvidados, José Gómez-Acebo y Cortina”. En la publicación, además de una serie de artículos propios, Torres recopila publicaciones de prensa en dos direcciones fundamentales, las noticias que aluden a los desterrados, pero también mediante la producción literaria de los tres protagonistas durante su confinamiento en Fuerteventura, en 1924.
Miguel de Unamuno, Rodrigo Soriano y José Gómez-Acebo, Marqués de Cortina, estuvieron confinados en la isla majorera por orden del Directorio Militar conformado tras el golpe de estado de Primo de Rivera, en 1923. Un destierro que se ordenó en distintas circunstancias, pero que, por resumir, fue consecuencia de las críticas de los tres protagonistas a la dictadura y a la monarquía.
“La prensa", defiende Torres, "es muy importante, y ha sido maltratada como una fuente histórica decisiva para conocer las noticias, pero también la obra, los escritos y los vaivenes de Soriano, Unamuno y Cortina”.
Por poner algunos ejemplos, antes de la famosa obra ‘De Fuerteventura a París’, apareció en la prensa antes del inmortal libro de sonetos de Unamuno, un artículo del mismo nombre. “Hay un artículo del propio año 1924 -escrito ya en la capital francesa, en abril–, en el que ya Unamuno y Soriano están digiriendo todas sus experiencias aquí, y que se titula, casualmente, ‘De Fuerteventura a París’, explica el historiador majorero.
También es interesante el libro para conocer la vida cotidiana de los tres confinados, su relación con el pueblo majorero, su percepción de la Isla, y su contacto con el exterior a través de sus correspondencias y escritos. “Los primeros días, no hicieron nada", relata Torres, "pero rápidamente, se pusieron a producir".
Escribieron muchísimo, "se lo tomaron como una terapia”, dice, y de ahí las publicaciones de Unamuno desde Fuerteventura, que son más de 60 artículos, en torno a treinta de Soriano, y otra veintena de Gómez-Acebo y Cortina, nos hace saber Torres.
Mr. Flitch, el verdadero autor de del "oasis, en el desierto de la civilización”
“Fuerteventura, un oasis en el desierto de la civilización”, es una frase que muchas veces se atribuye erróneamente a Unamuno, y que aparece también explicado a través en la recopilación de sus artículos.
Realmente, la cita parte de John Ernest Crawford Flitch, traductor del genio bilbaíno. Fue “uno de los grandes traductores de la época, gran hispanista”, y que pasa por ser otro de los grandes desconocidos de la historia de Unamuno en Fuerteventura. Cuenta Torres como Unamuno “quería lo mejor para su obra, y por eso estuvo aquí estuvo cuarenta días Mr. Flitch, trabajando juntos para revisar y culminar la traducción al inglés de “Del sentimiento trágico de la vida”.
Y así lo reconoce el propio don Miguel, en un artículo para Nuevo Mundo (Madrid, agosto de 1924) en que resume una carta de “mi amigo del alma Crawford Flitch”, que “pasó conmigo cuarenta días -toda una cuaresma- en la sedienta isla canaria de los camellos”. En el texto, Flitch reflexiona mientras recorre en tren la Normandía francesa, recordando con añoranza su estancia en la isla, algo que Unamuno pone en valor.
Llenar el vacío alrededor de Unamuno, y su amor por Fuerteventura
Carmelo Torres reivindica la importancia de llenar un vacío, pues considera “una ficción eso de que conocemos a Unamuno, cien años después de estar aquí. Es un personaje poliédrico, una persona muy compleja de estudiar. Y yo no soy unamuniano, ni siquiera me he acercado levemente a su obra”. “No estudio al Unamuno literato, pedagogo o filósofo. Me acerco más al fenómeno del destierro, su experiencia vital, lo que hacía casi prácticamente en el día a día, y que se recoge a través de la prensa”, subraya en su entrevista en el estudio de Fuerteventura Digital.
Desde el punto de vista histórico, “y aunque parezca mentira”, continúa, “en estos cien años nadie se había acercado a la prensa. ¡Qué absurdo! caer en ese error. Porque la prensa aporta muchísima información, detalles hasta ahora inéditos. ¿Quién se imaginaba que Unamuno estuviera escribiendo las cartas a los mozos, a los quintos analfabetos, que venían a hacer la mili a Fuerteventura?”.
Por esos escritos "podemos saber cómo rápidamente se integró en la sociedad, en la historia y la naturaleza de la isla”. Le gustaba pasear cada día, salió a pescar en barquilla, escribía sobre la Atlántida, sobre el gofio, sobre el camello, las aulagas, las clacas, marisco que una vez lo probó, lo pidió cada día para comer… Visitó Fuerteventura de norte a sur, los domingos, su día de descanso. Fueron escasos cuatro meses, pero "le marcaron profundamente”.
Ha habido quien atribuye a Unamuno malas palabras sobre Fuerteventura. Nada más lejos de la realidad. Y es algo que también se resuelve en en otro capítulo de Torres, y del que vale la pena ampliar más adelante.
Porque “permanentemente, en todos sus escritos, Unamuno habla de la isla maravillosa, de aquella fuerteventurosa isla”, subraya Torres. “¿Cómo se puede poner una palabra negativa en boca de Unamuno, en boca de quien regaló los mejores versos que nadie ha escrito a esta tierra?”.
¿Cómo se puede poner una palabra negativa en boca de Unamuno, quien regaló los mejores versos a esta tierra?”.
- Carmelo Torres, historiador
Decía Unamuno: “Fuerteventura, Dios te guarde de la hartura, porque entendía que de la riqueza, de esas harturas, iba a llegar todo lo superfluo, todo aquello que no existía aquí en aquella época, ni fonógrafo, ni cine, ni football…”. Adoraba Fuerteventura no por su riqueza, ni por lo bien que se vivía, sino porque era la verdad, la verdad pura, desnuda, como el esqueleto de isla que era”, relata el investigador.
“Unamuno se identificó muchísimo con la isla, y le sirvió de inspiración. Adoraba Fuerteventura y a los vecinos. No se le ha encontrado referencia negativa”. Aunque con Soriano, apunta el historiador, “hay claroscuros", cuando "igual hablaba de las noble gente de Fuerteventura" o "pasaba a llamar pueblo moruno a Puerto de Cabras”.
Sobre el camello majorero, por ejemplo, “le llamó tanto la atención ese animal del que decía, en sus ojos hay más humanidad que en las personas. Adoraba el camello, y no es casualidad la famosa foto, la portada del libro, en la que aparece al lado de Soriano y Ramón Castañeyra”. Al parecer, se empeñó en captar esa imagen.
La relación entre Unamuno y los Castañeyra, cuestionada por el reclamo de una deuda
Una de las novedades de la segunda edición de “El marqués de Cortina, don Miguel de Unamuno y don Rodrigo Soriano a cien años de su destierro. Noticias y escritos a través de la prensa” son dos entrevistas al amigo majorero y anfitrión de Unamuno, Ramón Castañeyra Schamann.
Una de ellas se publica en dos artículos sucesivos, titulados "Desde Fuerteventura. Tras las huellas de Don Miguel de Unamuno” (I y II, La Vanguardia Española, 1971), en los que Miguel Utrillo relata con pasión su visita a la isla majorera, recogiendo el testimonio del gran amigo de Unamuno.
El comerciante y literato que recibió y atendió al escritor bilbaíno en Fuerteventura contaba entonces con 27 años. La admiración del Ramón Castañeyra de edad avanzada sobre Unamuno se desprende en cada una de sus palabras.
La entrevista recoge curiosas anécdotas, aclarando un hecho que se ha investigado, en torno a los reconocimientos y premios a Unamuno que estaban desaparecidos. Ahora hemos sabido, y esto es novedad, explica Torres, “que dejó a Ramón sus insignias. En una ocasión, cogió todas sus medallas y sus títulos, y se los puso un camello". “El camello quedó bellamente condecorado”, decía en burla.
El propio Ramón Castañeyra se los enseña al periodista en su despacho de Puerto del Rosario, la Cruz de Alfonso XII y dos condecoraciones más, una española y otra belga. Así lo contó entonces el propio don Ramón:
<<Don Miguel me las regaló, días antes de su marcha que, por cierto, lo hizo llorando. ¿Qué más condecoraciones, que para nada sirven, que el encanto de una amistad, sincera como la nuestra? -me dijo-. Teniéndolas usted, es como si las conservara yo. Y quiero que haya constancia de mi paso por Fuerteventura de manera concreta. Además, yo nunca las exhibiré. Mi única condecoración es esta cruz que llevo en el pecho desde que era niño, y la cruz de mi España a la que trato de comprender e interpretar>>.
Castañeyra sostiene que Unamuno y él continuaron escribiéndose “casi cada mes”, y entregó al periodista, como prueba de ello, la copia de una carta fechada en 1936. En ella, un Unamuno en sus últimos días -fallecería meses más tarde-, recuerda con anhelo sus días en Fuerteventura, e incluso muestra sus intenciones de regresar algún día.
Desde su cama, en esa carta publicada al completo en el mismo artículo de La Vanguardia Española, le habla a su amigo de asuntos de actualidad, como la concesión del Premio Nobel que Unamuno nunca llegó a recibir (dice Torres, por investigaciones que lo avalan, que por influencia del Tercer Reich); le cuenta sus conferencias en las universidades de Oxford y Cambridge, y se refiere a la actualidad política del momento, con referencias al anarquismo de la CNT, al fascismo, al sindicalismo…
También le actualiza su relación con Soriano, que si bien es cierto, como relata de manera ilustrativa el anfitrión de Unamuno, se rompió a mitad del confinamiento, pasados los años se suavizó, siendo ya Soriano embajador de España en Argentina.
Unamuno comienza y termina su carta con palabras de afecto hacia Fuerteventura y hacia Ramón Castañeyra. Un cariño hacia su amigo que contrasta con otras de las novedades del libro, la aparición de documentos que acreditan cómo la acogida que recibió Unamuno en Fuerteventura por parte de la familia Castañeyra, pudo no ser lo altruista que se pensaba.
“El gran descubridor, y es de justicia reconocerlo, ha sido el doctor Raymundo García Paz”, explica Carmelo Torres, en alusión al catedrático gallego que publica información reveladora en su publicación “El apoyo gallego a Unamuno cuando fue desterrado a Fuerteventura” (O apoio galego a Unamuno cando foi desterrado a Fuerteventura - Madrygal. Revista de Estudios Gallegos, 2020).
En este estudio, aparece una carta que recibe Unamuno de parte del médico lucense José Goyanes Capdevila, el reputado facultativo afincado en Madrid que fuera, inicialmente, quien intercedió para facilitar su llegada a la isla a través de un amigo común, José Castañeyra Carballo, padre de Ramón y alcalde de Puerto Cabras en ese momento.
También se ha sabido que el médico accedió a financiar junto o otros amigos y allegados el destierro de Unamuno en Fuerteventura.
En el artículo específico del libro (Una nueva perspectiva sobre la ayuda de los Castañeyra a Unamuno), Carmelo Torres recoge, citando a García Paz, como <<este señalado indagador del pasado ha descubierto que la decidida colaboración de Ramón Castañeyra se debió a causas circunstanciales y a un posible interés económico, terminando la cuestión en un exhorto que no alcanzó a derivar en juicio, atendiendo el denunciado a los solicitado por la familia majorera>>.
En una carta fechada en 1930, y a la que Unamuno, que se tenga constancia, nunca contestó, el doctor Goyanes protesta por la reclamación de “los Castañeyra y sus secuaces” de un pago adicional de 3.000 pesetas, que se sumarían a otras 6.000 aportadas con anterioridad, "una suma muy importante para la época", dice Carmelo Torres, quien entiende que con esta reclamación, se explica "por qué fue Ramón Castañeyra a recibir a Unamuno personalmente a Gran Canaria", o todas las atenciones que recibió en la isla.
Aunque el acuerdo previo de esos pagos que asumirían el doctor Goyanes, "y otros médicos, intelectuales…, que apoyaban a Unamuno", se desconoce, responde Torres en su entrevista.
Mientras que García Paz, en su investigación original (en gallego), parece relacionar este exhorto judicial con un posterior deterioro de la relación entre Unamuno y Castañeyra.
“Don Miguel nunca pisó Fuerteventura, tras su regreso triunfal a tierras españolas en 1930. Por el contrario, sí regresó a París”, es el entender de García Paz en su estudio, considerando que Unamuno nunca cumplió su palabra de regresar a la isla, como prometió en su dedicatoria a Ramón Castañeyra del libro De Fuerteventura a París.
Como contrapartida a esta sugerencia, están las palabras del propio Unamuno, en su carta a Ramón Castañeyra seis años más tarde de recibir la de Goyanes:
<<No sabe usted bien, mi muy querido e inolvidable amigo, la sorpresa que me causó la carta que usted dirigió al rector de esta -es decir a mí- (...) ¡Cuánto me acuerdo de esa bendita isla! Cuántas veces pienso que estaría mejor ahí, o en la Oliva, o en Pájara, en La Antigua o en Betancuria. ¿Cuándo podré volver a verlo y darle un abrazo ahí?>>.
Y aunque tanto García Paz como Torres atribuyen la reclamación del pago a Ramón Castañeyra, lo cierto es que la carta de Goyanes lo menciona literalmente es a "los Castañeyra y sus secuaces". Sin dar un nombre concreto, y siendo Ramón el mayor de doce hermanos, quedaría por aclarar a quién se refiere Goyanes exactamente, o quiénes pudieran ser esos misteriosos "secuaces". El asunto, de enorme interés, abre la vía a un futuro artículo, que por la complejidad del tema, vale la pena ampliar.
En palabras de Marcial Morera en el prólogo del libro, el catedrático en la Universidad de La Laguna y director de la Cátedra Unamuno, “las posibilidades de investigación histórica y literaria que se abren a partir de aquí son enormes”. “Los libros no solo son importantes por los enigmas que descifran, sino también por las perspectivas que abren al conocimiento”.
Carmelo Torres, historiador majorero
Carmelo C. Torres (Puerto del Rosario, 1975), tras realizar sus estudios de primaria y secundaria en la capital majorera, se titula como licenciado en Historia por la Universidad de La Laguna (1995-1999), donde también cursa un Máster Internacional en Restauración y Rehabilitación del Patrimonio Edificado (2000-2001).
En 2016 obtiene el título de Doctor en Historia en la misma ULL, con su tesis doctoral “Las relaciones comerciales de Fuerteventura, Lanzarote y Tenerife (1688-1730)”.
Entre sus publicaciones se encuentran dos monografías sobre la política en Fuerteventura, desde la Transición hasta el año 2003 -a través de la historia de Asamblea Majorera- y sobre la figura de D. Manuel Velázquez Cabrera, siendo coautor de las mismas junto a Felipe Bermúdez Suárez. También es autor de “El puerto de Gran Tarajal (1919-2019). Cien años de historias” (2020); y trabaja actualmente en su última investigación, acerca de la evolución del Cabildo de Fuerteventura con motivo de su centenario (1913-2013).
Como profesional, ejerce la docencia en educación secundaria en Las Palmas de Gran Canaria, es colaborador habitual del periódico El Enfoque de Fuerteventura, y destaca su actividad pública como defensor del patrimonio cultural majorero.