El 2 de febrero de 1971 se firmó el Convenio Ramsar, un instrumento internacional para la protección de los ecosistemas acuáticos y la conservación de las especias de animales y vegetales que acogen los humedales.
En 1982, entra en vigor este convenio en España, y a finales del 2002, la isla de Fuerteventura se suma al convenio con el reconocimiento del Saladar de Jandía, situado en el Sitio de Interés Científico Playa del Matorral (Morro Jable, Pájara), como el que sigue siendo hasta el día de hoy el único humedal Ramsar de Canarias.
Es por esa fecha que cada 2 de febrero se conmemora el Día Mundial de Los Humedales, un momento para reflexionar sobre la importancia de estos espacios y los desafíos que enfrentan. Porque no solo proporcionan un refugio a especies animales y vegetales que dependen de estos hábitat para sobrevivir, sino que también, al fin y al cabo, son un atractivo turístico que debe gestionarse y protegerse.
Fuerteventura, siendo como es, una isla marcada por la escasez de agua y una aridez extrema, en realidad cuenta con una serie de espacios húmedos muy importantes. Muchos son estacionales, es cierto, pero tienen una enorme relevancia ecológica y natural.
A lo largo del paisaje majorero aparecen -o aparecían-, lugares casi milagrosos como la Rosa de Catalina García, el Charco de Bristol, la Rosa de los Negrines, la Rosa del Taro..., también lugares artificiales como las presas de Las Peñitas y Los Molinos, o manantiales naturales como los barrancos de La Torre y Los Molinos.
Todos ellos, han dado cobijo a aves migratorias que dependen de estos puntos de agua para descansar y alimentarse en su largo viaje entre Europa y África, y han sido también un recurso de agua para el pueblo majorero.
O al menos, así era hasta hace no tanto. Porque si bien históricamente, las lluvias de otoño e invierno favorecían que las charcas de Fuerteventura, y también de Lanzarote, fueran un hervidero de biodiversidad, en los últimos tiempos, la reducción de las precipitaciones y la actividad humana han impactado en estos hábitats temporales.
Un año podrá llover más, y otro menos, pero la tendencia generalizada es que estos espacios vean reducida su presencia y duración, o que directamente desaparezcan. Una merma que no solo afecta a las aves migratorias, sino también a anfibios, invertebrados, flora adaptada a estos ecosistemas efímeros, también a especies de flora y fauna autóctona, y por supuesto, a las gente del campo, que ya no encuentra prácticamente motivación para lanzarse a cultivar.
El Saladar de Jandía, entre la naturaleza y el turismo
El Saladar de Jandía, conocido también por la Playa del Matorral, merece un capítulo aparte por tratarse de un ecosistema enormemente singular.
Está protegido desde 1987, es Sitio de Interés Científico desde 1994, es Lugar de Interés Comunitario (LIC) desde el 2000 y el único humedal de Canarias incluido en la Lista de Humedales de Importancia Internacional dentro del Convenio Ramsar, desde el 24 de octubre de 2002. Este humedal constituye casi la única representación del ecosistema denominado matorral halófilo termoatlántico, existente en la región biogeográfica insular de la Macaronesia europea.
De hecho, el Día Mundial de los Humedales' se conmemora en la fecha en que se adoptó la 'Convención Ramsar sobre los Humedales', el 2 de febrero de 1971.
El Saladar de Jandía acoge especies de flora y fauna autóctonas, y sirve de parada para aves migratorias como el tarro canelo, la focha común o la cigüeñuela. A tenor del desarrollo urbanístico de la isla, este ecosistema ha quedado enclavado entre la Playa de El Matorral y la zona turística de Morro Jable, y ha sido históricamente un lugar que ha recibido tanto cariño como agresiones en el pasado.
Durante los últimos meses, al igual que en años anteriores, el Cabildo de Fuerteventura ha informado sobre las últimas acciones de rehabilitación del vallado circundan el saladar y las pasarelas que lo atraviesan, unas instalaciones fundamentales que permiten acceder a la playa sin pisar la vegetación.
Hace unas dos décadas, vehículos y personas circulaban libremente por la zona, e incluso hubo un movimiento ciudadano y político para evitar que se se siguiera construyendo. La hemeroteca, ofrece todo tipo de recuerdos, como la restauración de toneladas de escombros que impedían el paso del agua, la circulación de quads en la misma playa, o los vertidos de aguas residuales en la zona.
Nuevas amenazas: drones
La circulación fuera de pista, el urbanismo incontrolado, la extracción de materiales... A todas las amenazas ya conocidas y habituales, se ha sumado otro. El avance y abaratamiento de la tecnología ha propiciado que cualquier persona pueda acceder a comprarse y volar un dron.
SEO BirdLife, un colectivo cuya labor se centra en la conservación de la avifauna, ha abordado este asunto con la realización del Estudio aplicado de afección de vuelo de drones sobre la avifauna en Lanzarote, en colaboración con el Cabildo insular.
El estudio, desarrollado en 2024, permitió recopilar datos a partir de un muestreo de 134 km. en varias Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA), registrando 32 interacciones documentadas entre drones y aves de siete especies diferentes. La hubara canaria fue la más afectada, con 20 interacciones, seguida por el cuervo canario, con cinco. A partir de estos resultados, SEO BirdLife elaboró una serie de directrices basadas en evidencia científica para minimizar el impacto de los drones en los espacios naturales protegidos.
Es por ello que la asociación confeccionó una guía dirigida tanto a particulares como a profesionales que utilizan drones en su actividad laboral. Este documento, además de detallar la normativa vigente, ofrece recomendaciones para reducir el impacto sobre la fauna. Entre ellas, destacan mantener una distancia mínima de 100 metros respecto a nidos y colonias de aves, evitar volar en épocas sensibles como la primavera y el otoño, optar por drones silenciosos para reducir el estrés en la fauna y utilizar colores neutros para evitar ahuyentar a las aves.
La protección de los humedales pasa por la aplicación de políticas de conservación efectivas y el fomento de un turismo responsable. Fuerteventura tiene todavía un largo camino por recorrer para conseguir un punto de equilibrio entre disfrutar del territorio, por parte de la población local o de los visitantes, y su conservación.
Sirvan los humedales como ejemplo de ello, aunque las necesidades de la isla en este sentido se extienden a todos los ecosistemas, y a todos los elementos del patrimonio insular natural, patrimonial, etnográfico y cultural, que se encuentran seriamente amenazados frente a la sobreexplotación y la degradación.